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Apendice 1 La Guerra Santa—Una inducción a la Guerra Espiritual

Efesios 6:10-13 Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.

Ya sea que seas un nuevo creyente o un santo experimentado, quizás no te des cuenta de algo muy importante—tú eres un soldado en una guerra continua. Esto no es la pelea filosófica entre “el bien y el mal,” esto es parte de una antigua rebelión entre las fuerzas de Satanás y el Dios Todo Poderoso. Esta no es una pelea entre iguales—no hay comparación entre el poder y conocimiento del Todo Poderoso y la oposición relativamente débil que está destinada a perder. En un sentido, no hay lucha verdadera, porque la batalla progresa según el plan de Dios, y al final Dios gana.

Las Fuerzas Implicadas

Hay un mundo oculto—hay fuerzas espirituales que no podemos ver, pero afectan nuestro mundo y emprenden una batalla constante en la sociedad humana. Por un lado están Satanás y sus fuerzas demoníacas. Satanás fue originalmente un punto alto en la creación de Dios—él era el jefe de los seres celestiales, y era una criatura de hermosura y adoración a Dios. Sin embargo, él se puso celoso y quería ser Dios, y se rebeló contra el Todo Poderoso. Originalmente sus demonios eran ángeles—mensajeros especiales de Dios, que tenían como propósito el glorificarlo y ministrar a Su gente. Pero una porción de los ángeles (la Biblia dice que un tercio—Apocalipsis 12) se revelaron contra Dios bajo el liderazgo de Satanás, para convertirse en lo que conocemos como demonios. Satanás y sus demonios tienen poderes que parecen impresionantes a los humanos. El propósito de estos demonios es hostigar, atacar y corromper Cristianos, impedir conversiones, y deshonrar a Dios.

Del otro lado del conflicto eterno están Dios y sus Santos Ángeles. Los Ángeles son perfectos, sin pecado, y también muy poderosos. Están ministrando espíritus que llevan a cavo el plan de Dios, y que trabajan para el beneficio de la gente de Dios. Su propósito es llevar a cavo la gran comisión, y la salvación de la gente de Dios. La gente de Dios, creyentes nacidos de nuevo, son parte de este ejército angelical, y también son protegidos por sus anfitriones.

Dos Problemas Actuales

Actualmente, hay dos puntos de vista extremos sobre la Guerra Santa, que concuerdan muy poco. Por un lado están aquellos que, por el temor a todo, hasta lo que es remotamente carismático, ignoran la Guerra Santa, o niegan totalmente que tengamos algo que ver con ella, o adoptan una extraña clase de agnosticismo místico al respecto. Admiten que tal cosa existe, pero no están dispuestos a ir más aya de admitirlo y estudiarla, o tomar parte en ella. Por otro lado, están aquellos (la mayoría en el campo carismático) que adoptan un enfoque místico contrario a la Biblia, o que se alejan tanto que ven demonios debajo de cada árbol—como los Macartistas de los 1950´s que vieron a un comunista detrás de cada arbusto. La verdad de la Guerra Espiritual esta en medio de estos dos extremos. Veremos seis puntos que nos ayudarán a entender la Guerra Santa: (1) Hay una guerra; (2) la batalla es del Señor; (3) nuestra parte en la batalla; (4) nuestras armas descritas; (5) el problema de especulación y persecución; (6) la solución—estudiar, creer y obedecer la Palabra de Dios.

La Guerra Santa

Hay una Guerra en este momento. Comenzó con la rebelión en el cielo (Isaías 14:12; Apocalipsis 12:7-9), y ha tenido muchas escaramuzas (Daniel 10:12-13, por ejemplo). La Biblia nos da a conocer algunas cosas sobre el método del enemigo (1 Pedro 5:8; Job 1:8-12, etc.), y con gracia se nos permite dar un vistazo a los ejércitos del SEÑOR (Josué 5:13-15; 2 Reyes 6). Sin embargo, la Biblia no explica la Guerra Santa en detalle; las reglas de combate no han sido cuidadosamente trazadas para nuestro entendimiento, y solo se nos da una idea de la composición específica de los ejércitos implicados. Mucho de esta guerra se mantiene escondido a nuestra vista. Contrario a la doctrina de salvación, la Deidad de Cristo, o las otras doctrinas que son vitales y básicas para la fe, no se nos ha dado detalles sobre la naturaleza de la guerra y los involucrados.

¿De quién es la Batalla?

La Batalla es del Señor—es la batalla de Dios, no es nuestra. Al igual que con cualquier campaña militar entre naciones humanas, el comandante determina el curso de la batalla, asigna deberes, y conduce cualquier conversación que se lleve a cabo con el enemigo. En el ejército de Dios, el Comandante hace aún más. Él Mismo lleva la espada en la batalla (Josué 5:13-15, Éxodo 15:3). Él personalmente ordena a sus legiones celestiales que están atentas a su llamado y señal. (Mateo 26:53), y a menudo nos dice, a Su ejército terrenal, que nos mantengamos en pié y simplemente mirar mientras Él hace el trabajo (2 Crónicas 20:15; 1 Samuel 17:47; Éxodo 14:11-14; Deuteronomio 1:30; 3:22; 20:4; Josué 10:14, 22; 23:3, 10). Al igual que las batallas del Viejo Testamento fueron de Dios, así es con la Salvación y Evangelización del Evangelio. Él nos carga para evangelizar el mundo, pero es Su poder el que asegura el éxito (Mateo 28:19-20, Hechos 1:8, Apocalipsis 17:14) “La Batalla es del Señor.”

¿Cual es Nestra Parte?

Aunque las batallas de la Guerra Santa son peleadas fuera de nuestra vista, formamos parte de ellas. Nuestra parte, sin embargo, no es mística, mágica, exaltada, o altamente visible, y no es tan notoria o indispensable. Se nos dice que nos entreguemos a Dios y resistamos al diablo (Santiago 4:7; 1 Pedro 5:8-9); debemos derribar todo pensamiento y altivez en las mentes y corazones de la gente y traer cada pensamiento a la obediencia del Evangelio (2 Corintios 10:4-6). Debemos llevar la palabra de Dios a todo el mundo (Mateo 28:18-20; Hechos 1:8; 1 Tesalonisences 1:8) y estudiar continuamente para presentarnos aprobados por Dios (2 Timoteo 2:15). ¡Así es como los Cristianos van a la guerra! No vamos a la guerra con conjuros como los del voodoo, ni con oraciones de “declaración” o “dominación,” ni vamos a la guerra con filosofía humana (1 Corintios 2:1-6) —vamos a la guerra con la Palabra Pura de Dios. ¡Peleamos la buena pelea con el Evangelio!

2 Corintios 10:4-6 “porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta.

Los versículos de arriba se encuentran entre los más malversados de la Biblia. A menudo, los predicadores los citarán como justificación para alguna clase de poderes místicos y medio mágicos para tratar con fuerzas demoníacas. Estos predicadores nos dicen que debemos “declarar dominio,” y “declarar nuestra dominación,” y hacer que demonios reales o imaginarios salgan de nosotros. Mientras es verdad que los creyentes tienen autoridad sobre el otro mundo, si están en la voluntad de Dios, y si están siguiendo las instrucciones de Dios, la manera normal de llevar a cabo una guerra espiritual no es por medio de la confrontación directa de espíritus malos.

Además, nunca se nos ha instruido para declarar poder sobre fuerzas demoníacas y ordenarles que se vallan, etc., como es el “procedimiento” normal en los ministerios de “liberación.” Mientras que la Biblia relata confrontaciones entre nuestro Señor y lo demoníaco, debemos darnos cuenta que Él fue y es distinto a nosotros en poder, autoridad, y habilidad—Él siempre conoció la voluntad de Dios Padre para Su vida, porque Él también era Dios. Como el Apéndice 1 nos dijo, Él mantuvo todo su poder y autoridad mientras estuvo en la tierra. Verdaderamente, hubo muchas ocasiones que las fuerzas demoníacas fueron horrorizadas por Su presencia, porque sabían quien era Él. También hubo algunas confrontaciones entre los apóstoles y lo demoníaco, pero fueron relativamente muy pocas y separadas entre si, y las confrontaciones de esa naturaleza solo deberían ser hechas por creyentes puros y maduros después de mucha oración y ayuno. Este tipo de confrontación directa era tan rara que hay muy pocas instrucciones al respecto en la Biblia. Por otro lado, El primario y ordinario tipo de guerra espiritual que debería ser parte de la vida de todo creyente, esta completamente descrito en la Biblia, y ese es el tipo de guerra que muchos ignoran.

¿Cuales son las Armas?

Como lo dice claramente en 2 Corintios 10, citado arriba, nuestras armas son aquellas que derriban argumentos, imaginaciones y altivez, y capturar los pensamientos de la gente para cautivarlos. Como hemos dicho antes, nuestras armas tienen que ver con el Evangelio. Debemos ponernos “toda la armadura de Dios,” como podemos leerlo en Efesios 6:10-13 a la cabeza de este Apéndice. ¿Cuál es esa armadura?

Efesios 6:14-18 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;

La primera arma es el lomo ceñido con la Verdad. La Verdad es la primera que se menciona, porque es la más vital, es la base para todo lo demás. Aunque verdaderamente poseamos justicia y salvación, aunque nuestra fe se grande, sin la verdad seremos malos soldados. De la misma forma que el cinturón del soldado Romano detenía todas sus herramientas de la guerra unidas, es la verdad la que nos da la atmósfera para trabajar. Al final de los tiempos, aquellos que les gusta la exhibición, el espectáculo, las señales y maravillas se perderán—aquellos que valoran y aman la Verdad se salvarán.

2 Tesalonicenses 2:9-10 Inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.

La próxima pieza es la coraza, esta protege al corazón y las partes vitales del soldado. Para el Cristiano, esta coraza es la justicia, la cual es nuestra solo por medio del trabajo terminado de Cristo (Romanos 3:21-4:25; Filipenses 3:1-10). Si tratamos de ir a la guerra con nuestra propia justicia, estamos dejando atrás una conexión defensora vital. En nuestros pies esta la “preparación del Evangelio de paz.” En la Biblia, a menudo se mencionan tropiezos en la vida de los creyentes. Si hemos aprendido el Evangelio de manera que su paz nos domina (Filipenses 4:1-9), entonces nuestros pies no sufrirán lastimaduras en el campo de batalla de la Guerra Santa.

Nuestro escudo es el escudo de Fe. Cave notar que la Fe no es un arma ofensiva—no usamos nuestra fe para declarar victoria o declarar dominación. La fe es defensiva—cuando el enemigo nos acusa, cuando dardos ardientes son lanzados a nosotros, nosotros prevalecemos sobre el ataque por medio de nuestra fe en Cristo. Cuando todo parece perdido, nosotros “caminamos por medio de la fe, no por medio de la vista.”

Nuestro yelmo es la salvación. Nuestras cabezas no pueden ser aplastadas en la batalla, porque el yelmo impenetrable de la salvación nos protege. Si verdaderamente somos hijos de Dios, no podemos perecer en batalla (Juan 10:26-29; Romanos 8:31-39). Tales son las armas defensivas de nuestra armadura.

Las dos armas ofensivas son la espada y la palabra de Dios, y el arma que John Bunyan llamo “Todo-Oración.” De la misma manera que la Verdad mantiene la armadura unida, y la Verdad del Evangelio protege nuestros pies, la Verdad de la Palabra de Dios derriba imaginaciones y derroca fortalezas en los corazones y mentes de la gente. Todo-Oración nos recuerda que la batalla pertenece a Dios—A través de ella, podemos mantenernos en contacto con Dios, y podemos llamar y pedirle ayuda directamente a Él.

Esto no es una completa explicación de todo lo que necesitas saber acerca de la Guerra Espiritual, pero es un buen comienzo. La sección de sugerencias de lectura de abajo te ayudará a encontrar más ayuda en esta área. Recuerda, Tu Eres un soldado en el Ejército de Dios.

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